alma y ana
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alma y ana

Mi fox terrier de pelo liso y yo coincidíamos constantemente en el prado con un labrador. 

  Un día la dueña de un labrador dijo que quería ponerlo a dormir. Para mi desconcierto, respondió que el labrador huele mal en el apartamento. En ese mismo momento me di cuenta de que ese era mi perro y simplemente le quité la correa al dueño. "¿Por qué necesitas poner a dormir al perro?", dije, "¡es mejor que me lo des a mí!". El dueño intentó discutir, pero al final el perro terminó conmigo.

Sin embargo, desde el primer día quedó claro que no todo es tan sencillo. El labrador estaba cubierto de manchas alérgicas y, como se supo más tarde, la desafortunada criatura alguna vez tenía las patas rotas (y no enyesadas). El ex dueño explicó que el perro fue golpeado contra la puerta, pero las heridas indicaban que no se trataba de una puerta, sino de un coche.

 Así comenzó el camino de mi polinomio Alma. En casa la llaman Alya, Alyushka, Luchik, y cuando se equivoca muchísimo, Mare.

Nos trataron durante mucho tiempo. El tratamiento duró aproximadamente un año, y tengo miedo de recordar cuánto dinero se gastó. Pero ni por un momento dudé de que valía la pena. Alma y yo llevamos más de 6 años caminando juntos. Se convirtió en una niña de 10 años, en la que no tengo alma. Hay problemas de salud, estamos a dieta. A Alma le duelen las patas a menudo, y luego viene hacia mí y me pone las patas para que pueda masajearme.  

Si necesito irme (por ejemplo, en un viaje de negocios), el perro hace una huelga de hambre y comienza a comer nuevamente solo después de hablar conmigo por Skype o por teléfono. 

No sé cómo habría sido ella y mi destino si Alma no hubiera venido a mí, pero el hecho de tenerla es una gran felicidad. A pesar de todas las experiencias, disfruto cada minuto que paso con ella.

Y para ella la mayor felicidad fue la aparición de un niño en nuestra familia. Cuando nació mi hija, Alma decidió que tenía un bebé humano propio, del cual ella era la única responsable. Hasta ahora se acuesta debajo de un sofá infantil, de modo que si el bebé, Dios no lo quiera, se cae por la noche, le dejará al descubierto su suave espalda. Se ponen tutús y abalorios, hacen de bailarinas y están completamente felices. Estoy convencido de que mi perro tiene una vejez digna.

Las fotos fueron tomadas por Tatyana Prokopchik especialmente para el proyecto "Dos piernas, cuatro patas, un corazón".

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